sábado

Chenqueman: “Hay mutantes en la meseta central de Chubut”

   La leyenda ha vuelto. Su presencia, de algún modo, vuelve a poner todo en su sitio. Pasaron los ovnis, pasó el tsunami, pasaron la sublevación y la renuncia del Subcomandante Mario y él está aquí.
   Se lo ve distinto. Ha estado varias semanas en diferentes zonas de la provincia . Obligado por la falta de combusible, ha cambiado su motoneta por un caballo. También ha cambiado su indumentaria. Chenqueman es un gaucho ahora.
  Comenzamos a hablar con él. Nos enseña con orgullo una fotografía que le tomaron en inmediaciones de una de las minas a cielo abierto que hay en la zona de la cordillera. Le ofrecemos un mate. “Con edulcorante”, nos pide.
   Es un gusto hablar con él.

Comodoreta: Chenqueman, ¿dónde ha estado en estas semanas que no se lo vio por Comodoro Rivadavia?
Chenqueman: He estado en Sarmiento, Facundo, Río Mayo, Río Senguerr, Gobernador Costa, Tecka, José de San Martín, Paso de Indios, Gan Gan, Telsen, Gaiman, Camarones, Garayalde...
C: Vemos que ha recorrido bastante.
Ch: Sí. Y aprendí muchas cosas.
   Hace una pausa reflexiva.
Ch: A veces es mejor no saber tanto.
C: Cuéntenos, Chenqueman, ¿qué es lo que más lo ha sorprendido?
Ch: Son muchas cosas. Lo primero, hay que tener mucho aguante para andar a caballo tantos días. Y diga que estar arriba de la motoneta me dio cierta ayuda, pero no es lo mismo. Lo segundo es que nuestra provincia es muy grande y estamos todos mal desparramados. Acá estamos amontonados y unas leguas más allá no hay nadie. Pero, ojo, que no haya 'nadie' no significa que no haya 'nada'. ¿Entienden?
   Chenqueman nos dispara una mirada cargada de sagacidad. Su estadía en la Chubut profunda le ha dado otra dimensión a su natural sabiduría. Es difícil saber qué responder.
Ch: La provincia es tan extensa como nuestra desesperanza.
   Hacemos silencio.
Ch: Y la ambición de los que mandan es tan extensa como la provincia.
   Nuevo silencio.
Ch: La ambición de los que mandan es tan extensa como nuestra desesperanza.
   ¿Cómo se responde a eso? Lo dicho. Hay que internarse en el corazón árido y ventoso de la provincia, galopar durante días, semanas y meses, hablar con los habitantes, otear el paisaje. Ser Chenqueman, en fin.
Ch: Mis ojos han visto cosas que yo hubiera preferido ignorar. Pero el destino me puso ahí y por algo será. No está bien que un héroe escape a los desafíos que la vida le pone por delante. Y yo estuve ahí y vi todo el desastre que hizo la megaminería en la provincia. ¿Y todo por qué? Por chauchas y palitos. Puedo entender a la gente que agacha la cabeza y dice que sí porque no tiene para el puchero, pero no a los políticos que dejaron a hacer esto. Ello sí sabían lo que hacían, pero no les importó.
C: Es cierto.
Ch: ¡Claro que es cierto! Pero para ellos todos somos votos, nada más. Y allá adentro hay pocos votos, ¿entienden? Les voy a contar algo escalofriante.
   Hace una pausa cargada de suspenso.
Ch: Estaba yo galopando entre Paso de Indios y Gan Gan, cuando decido hacer un alto. El atardecer estaba convirtiendo en cenizas el cielo y me preparo para pasar la noche. Encendí una fogata y armé la carpa. Pensé que iba a ser una de esas noches en las que no queda otra que enfrentarse con uno mismo, pero no. De las entrañas de la noche emerge una figura como escapada del mismo infierno. Lo miro y me digo: “¡El Chupacabras!”. Y una voz bastante humana me responde: “¡Ma qué Chupacabras ni ocho cuartos! Soy Ramón Valdez, mutante de la meseta central”.
   Todos en la redacción nos quedamos atónitos.
Ch: Yo no le creía mucho al principio, pero nos sentamos al lado del fuego y escuché su historia. Ahí me enteré de que hay varias razas de mutantes en la provincia. Son pocos y andan escondidos para que no los cacen. Este era de la raza de la meseta central.
C: ¿Y cómo es eso? ¿Por qué son mutantes? ¿Desde hace cuánto existen? ¿Por qué hay tantas razas?
   Demasiadas preguntas, sin dudas. La prisa y la ingenuidad que pusimos de manifiesto en ese momento nos impidieron pensar si realmente estábamos preparados para soportar el peso de la verdad, de esa terrible verdad.
Ch: Están ahí desde que empezó la megaminería. Ya habrán escuchado de los problemas que causan. Hay flagelos que el cuerpo humano casi no puede soportar. Para muchos, la opción es la muerte o la mutación. Y estos seres no murieron. Se empecinaron en vivir. Entonces, perdieron la forma humana. El tipo de mutación depende del tipo de mina. Este tenía las huellas de los mutantes del Proyecto Navidad. Acá hice un dibujo que no le hace de todo justicia. No hay manera de que reproduzca su olor a cianuro y el tono desgarrador de su voz.
C: ¿Y qué hacía ese mutante?
Ch: Me dijo que iba a Rawson para hablar con el Gobernador, para contarle lo que está pasando. Yo le dije: “No te quiero decepcionar, pero seguro que ese tipo está bien informado”. Pero igual él quería ir. Yo lo miré con pena. Dudé que pudiera llegar a la casa del Gobernador. Y lo peor es que no sé cómo lo iban a recibir.
C: ¿No sabe si llegó?
Ch: No sé. Díganme ustedes. ¿Salió algo por los diarios?
   Optamos por el silencio porque no sabemos si la pregunta es retórica o no.
Ch: Buenos, muchachos, me tengo que ir. Antes de que parta de nuevo, les doy otra entrevista. Lo prometo.
   Le agradecemos la gentileza.

Fecha: domingo 26 de marzo de 2017